He aquí a los pacientes de la sala de pediatría, situada en la última planta del hospital, en el piso 44.
Este de aquí es Tom. Tiene doce años y va a un internado para niños ricos. Se ha hecho daño en la cabeza.
Amber también tiene doce años. Se ha roto los dos brazos y las dos piernas, por lo que tendrá que ir en silla de ruedas durante una buena temporada.
Robin tiene la misma edad y se está recuperando de una operación para salvarle la vista, por lo que de momento no ve ni torta.
George tiene once años y es un cockney, como se conocen los habitantes del popular barrio londinense del East End. Lo acaban de operar de las amígdalas y se está recuperando.
Sally solo tiene diez años y es la más joven del grupo. Está muy enferma, así que pasa mucho tiempo durmiendo.
Más abajo, en una de las plantas de adultos, está la paciente más vieja del hospital: Nelly, que tiene noventa y nueve años.
En el HOSPITAL LORD MILLONETI trabajan cientos de personas, entre las que se incluyen:
El camillero. Un personaje solitario cuyo verdadero nombre es un misterio. Su trabajo consiste en trasladar a pacientes y toda clase de objetos de aquí para allá en el hospital, del que nunca parece ausentarse.
La enfermera jefe. Pese a dirigir la planta infantil, no soporta a los niños.
El doctor Pardillo acaba de salir de la facultad, por lo que no resulta demasiado difícil engañarlo.
Lupita es la encargada del comedor. Con su carrito, reparte la comida a todos los pacientes.
La señora Recia es una enfermera de aspecto fatigado que no recuerda la última vez que tuvo una noche libre.
Perla trabaja limpiando en el hospital. Siempre se sabe dónde ha limpiado porque deja a su paso un rastro de ceniza de tabaco.
El señor Merluzo es el anciano farmacéutico del hospital. Lleva un audífono y gafas de culo de botella. El señor Merluzo dirige la botica del hospital.
El señor Peripuesto, un caballero de buena familia, es el director del hospital. Nada ni nadie escapa a su control.
Más allá del hospital tenemos al señor Rancio, director del internado masculino San Guijuela, la escuela de Tom.
—¡Aaarrrggghhh! —chilló el chico.
Tenía ante sí la cara más monstruosa que había visto jamás. Era un rostro humano, pero estaba todo desfigurado. Un lado era más grande de lo normal, y el otro era más pequeño. La cara sonrió como si pretendiera tranquilizar al chico, pero al hacerlo descubrió una hilera de dientes rotos y picados, con lo que solo consiguió asustarlo aún más.
—¡¡¡Aaarrrrrrggghhh!!! —volvió a chillar el chico.
—Se va a poner usted bien, joven. Trate de relajarse —dijo el hombre, arrastrando las palabras.
Su forma de hablar era tan rara como su cara.
¿Quién era aquel hombre,
y adónde lo llevaba?
Solo entonces comprendió el chico que estaba tumbado boca arriba, mirando al techo. Se sintió casi como si flotara, pero notaba un bajo el cuerpo. De hecho, todo él
. Comprendió que debía de estar acostado en una camilla. Una camilla con las ruedas torcidas.
Las preguntas se atropellaban en su mente.
¿Dónde estaba?
¿Cómo había llegado hasta allí?
¿Por qué no recordaba nada?
Y lo más importante de todo: ¿quién era aquel ser aterrador, mitad hombre, mitad monstruo?
La camilla avanzaba despacio por el largo pasillo. El chico creyó oír algo barriendo el suelo. Sonaba como el chirrido de una suela de zapato.
Miró hacia abajo. El hombre cojeaba. Tal como le pasaba en el rostro, un lado de su cuerpo era más pequeño que el otro, por lo que avanzaba arrastrando la pierna atrofiada. Daba la impresión de que cada paso le resultaba doloroso.
Las dos grandes hojas de una puerta de vaivén se abrieron y la camilla entró despacio en una habitación, donde se detuvo. Una vez allí, el hombre corrió una cortina alrededor del chico.
—Espero que el traslado no le haya resultado demasiado incómodo, señor —dijo el hombre. El muchacho pensó que era curioso que lo trataran de usted. En su internado la palabra «señor» estaba reservada a los profesores—. Espere aquí un momento. Yo solo soy el camillero. Iré a llam